viernes, 11 de julio de 2014

La relativización del tiempo (cuento)

Lucia era sin lugar a dudas una persona extraordinaria en un mundo cuadrado y normado, donde algo es porque es, todo es lineal estático y constante, todas las respuestas aclaraban los “qués” y no los “por qués”, por lo cual tenía un vivido escepticismo por aquel saber. Adoraba los libros de literatura y poesía pues abrían puertas cerradas por aquel conocimiento plano, era brillante, tenía en su mente un mundo propio y basto que relataré en otras historia, físicamente poseía una contextura similar a la de tu madre, de tu tono de piel y voz, ojos del color que más te agrada y cabellos del color de tu progenitor, vivía en un pueblo hoy olvidado a las orillas de un bosque perdido. 
Una mañana ya al despertar estaba exhausta debía entregar una tarea que no había alcanzado a terminar, debía desayunar y hacer todo con extrema rapidez para llegar a tiempo a su lugar de estudio, pasó el día que fue una eternidad de ejercicios aburridos y doctrinas que a nuestra protagonista poco le importaban, estaba agotada y necesitaba descansar sentir que todo era inamovible por segundos y sentirse segura, en aquella guarida, su templo, el bosque, necesitaba consolarse, ocultarse del infame Cronos, siguió la ciénaga, pasó entre montañas y milenarios arboles que se bañaban con bellas vertientes hasta llegar a una bella cueva de amatista, en la cual vio una especie de espejo cóncavo, el cual Lucia miró anonadada, sufrió de un pequeño brote psicótico se descargó contra su reflejo de todas sus miserias, mientras aicuL (contraparte) la observaba riendo, un estruendo sonó de pronto y se encontró en otro plano, en el cual la gente vestía como le placía si le placía estar vestida y caminaban algunxs sobre sus pies, otrxs con las manos y algunxs con sus cabezas, el cielo tenía el color de tus sueños, comenzó a caminar, hasta que llego a la tienda del chamán del pueblo quien accedió a hablar con ella, le preguntó cuál era su congoja a lo cual nuestra protagonista respondió “no lo soporto, mi tiempo avanza muy rápido o muy lento me falta y me sobra dependiendo de lo que necesite, nunca me es servil, huye de mi y por mucho que intenté mis esfuerzos por detenerle son inútiles”, a lo cual le es respondido con suma cordialidad que su problema se solucionaba con una simple operación (gratuita por cierto) que consistía en la instalación de un reloj en la frente, Lucia no se negó a esta intervención pues, estaba delirando o bien era cierto, de ningún modo estaba en un peligro real, cuando salió del quirófano sus ojos brillaban, era el fin de su dolencia cómo explicaría más tarde ”Siempre me dijeron que el tiempo era importante, ahora con mi reloj siempre estoy dentro de los márgenes que necesito, si me atraso lo atraso”

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